Lo que hoy es nuestro taller, ayer fue tan solo un sueño. Nacimos no de un plan de negocios, sino de una aventura familiar; de esa pasión que se enciende con el crepitar de la leña y el deseo de reunir a los que amamos alrededor del fuego. Somos una empresa 100% familiar, y cada pieza que creamos lleva impregnada una parte de nuestra historia.

En el corazón de todo lo que hacemos se encuentra el alma de la parrilla: nuestro carbón premium de mesquite. Seleccionamos a mano solo trozos grandes y generosos, porque sabemos que un buen asado empieza con una brasa noble, una combustión lenta y un aroma ahumado que transporta y despierta el apetito. Para proteger esa calidad, diseñamos y ofrecemos bolsas de alta resistencia, el vestido de gala que asegura que la esencia de nuestro carbón llegue intacta a su destino.

Pero nuestra pasión no se detiene en el combustible. Con manos artesanas, damos forma al metal para crear asadores únicos y robustos. No son simples parrillas; son fortalezas de sabor, forjadas para ser el centro de incontables celebraciones y para pasar de una generación a otra, acumulando historias en cada marca de fuego.

Y porque creemos que la belleza debe estar presente en cada paso del ritual, también trabajamos la madera. Creamos tablas para cortar y picar que son verdaderos mosaicos de arte funcional, combinando la personalidad de maderas exóticas en piezas que invitan a ser tocadas y admiradas.

Nuestra aventura nos ha llevado a cruzar fronteras, compartiendo con orgullo esta herencia de sabor y artesanía en mercados internacionales. Sin embargo, nuestro corazón permanece aquí, en casa, con el firme deseo de encender también las parrillas de nuestro mercado nacional.

Más que una empresa, somos custodios de una tradición. Cada producto que sale de nuestro taller es una promesa: la promesa de calidad, de momentos inolvidables y del sabor auténtico de lo hecho con pasión.